Maica y Carlos habían llegado a su límite como padres. Ya no sabían qué hacer. Se encontraban bastante perdidos.
Su hijo Raúl, de 6 años de edad, salía del cole una vez más con una carita muy triste. La misma cara que, hace unos meses estaba feliz y esto era lo más desconcertante: no saber qué estaba ocurriendo con su hijo.
Habían probado de todo. Habían ido a la librería y habían comprado 5 libros sobre crianza, apego y cómo promover las conexiones positivas; habían ido al pediatra; habían hablado con sus padres y les habían pedido consejo; habían hablado con la profesora para ver si veían algo raro en el colegio, pero… nada. Seguían sintiendo la misma presión en el pecho, la misma angustia y desorientación por no saber lo que ocurría con su hijo.
Lo peor era cuando Raúl no contaba nada. Se quedaba callado, como bloqueado. Maica pensaba: “si tan sólo pudiese leerle la mente, lo haría feliz”. Incluso a veces hasta se enfadaba: “¡Cariño, o me cuentas qué te pasa u hoy no salimos al parque!”, sintiéndose después, aún por encima, culpable. Pero nada lograba su objetivo: saber qué le estaba pasando a su hijo y cómo ayudarlo.
Esta situación provoca mucho sufrimiento, tanto para la familia como para los más pequeños. Preguntas cómo: ¿tendré yo la culpa?, ¿es normal lo que le pasa a mi hijo?, ¿qué está pasando?, ¿cómo podemos ayudarlo?, es lógico que se repitan incansablemente en nuestras mentes.
Pero tengo algo que decirte.
Sigue leyendo y lo entenderás.